MacDonaldización legislativa y la conspiración del poder
Ciertas ideas pueden parecer inexplicables, absurdas y, en
los casos más extremos, llegar a ser consideradas como trastornos delirantes.
Así podría calificarse la denominada como teoría de “la conspiración del
poder”. Se trata de una tema que, por cierto, ya ha dado argumento a películas
de intriga y palomitas, como la más bien irrelevante “Echelon Conspiracy”, dirigida en 2009 por Greg Marcks. Pero alguna
de estas ideas, a pesar de presentarse como aparentemente paranoicas,
ocasionalmente podrían no ser fruto de meras frustraciones y la baja autoestima
derivada, ni, especialmente en aquellos más narcisistas, de unos prejuicios
convincentes relativos a causas exógenas sobre unos males que no son capaces de
explicar de otro modo...
Por el contrario, en ocasiones podrían perfectamente fundarse en indicios y hechos sacados de la realidad. Y es que el poder, en forma de negligencia, arbitrariedad, eventuales dosis de corrupción, excesiva inaccesibilidad, manifestándose con creciente deshumanización compensada solo por una burocracia que continuamente se justifica a sí misma y, sobre todo, por medio de un desorbitado y promiscuo desarrollo legislativo, quizá podría estar de alguna forma conspirando contra las personas. Siendo así, el asfixiante y desesperado argumento de la inacabada novela “El Proceso” (“Der Prozess” en la versión original) del célebre Kafka, más que como simple pesadilla de bancario genial, podría ser correctamente interpretado al final como una especie de premonición.
Por el contrario, en ocasiones podrían perfectamente fundarse en indicios y hechos sacados de la realidad. Y es que el poder, en forma de negligencia, arbitrariedad, eventuales dosis de corrupción, excesiva inaccesibilidad, manifestándose con creciente deshumanización compensada solo por una burocracia que continuamente se justifica a sí misma y, sobre todo, por medio de un desorbitado y promiscuo desarrollo legislativo, quizá podría estar de alguna forma conspirando contra las personas. Siendo así, el asfixiante y desesperado argumento de la inacabada novela “El Proceso” (“Der Prozess” en la versión original) del célebre Kafka, más que como simple pesadilla de bancario genial, podría ser correctamente interpretado al final como una especie de premonición.
No voy a ser yo quien justifique ciertos comportamiento sin
duda reprochables o, al menos, criticables. Ningún profesor universitario debe
contratar trabajos de asesoramientos como persona jurídica, ni tampoco como
persona física. Sin inexplicables sobres ni discretas transferencias, procede
contratar a través de la misma Universidad, quien autoriza, factura, retiene,
cobra y, por último, paga al profesor en su nómina. Ahora bien, cuando, por
ejemplo, ves y escuchas al ministro de la hacienda española, en pose más
cercana a Montgomery Burns que al
profesor Hubert Farnsworth y
casualmente de manera muy oportuna, poner en duda que determinados medios de
comunicación, tertulianos o actores estén al corriente en el pago de sus
impuestos; o también cuando, en general, el mismo personaje afirma que “quien esté inquieto es que le pasa algo”[1], discúlpenme,
pero la teoría de la conspiración del poder parece que puede ser más que una simple
hipótesis.
En la obra “McDonaldization
of Society”, publicada el 1995 por el sociólogo norteamericano George Ritzer, se constata la tendencia
social a exacerbar un proceso de racionalización formal que, en su momento,
derivó en la sempiterna burocracia. El título de esta obra resulta oportuno
también para calificar la tendencia de nuestro ordenamiento jurídico actual. En
efecto, la legislación española, y también la valenciana, destaca por estar
“motorizada”, tender a la producción, ser aparentemente superflua y banal,
excesiva o, como gráficamente dice Boix
Palop[2], “elaborada
con pautas cada vez más semejantes a una cadena de producción, opresiva y
paulatinamente omnicompresiva de la actividad social y económica”.
En fin, en términos generales, contamos con una “fast legislation”, especialmente visible en el derecho administrativo
pero no solo, de ínfima calidad, en la que fundamentalmente prima la cantidad,
el “low cost”,
y el “copy and paste”. No obstante, esta
lista de calificativos puede resultar benevolente porque el exceso legislativo
va más allá de una simple “jaula de hierro” que, en la concepción weberiana,
conduce a la parálisis, escasa innovación, atrofiada imaginación y pobre
actividad social. En realidad, es todavía peor porque, si bien se mira, la
verborrea legislativa representa ser, además de una "jaula", una verdadera “espada de hierro”.
Con vocación de regularlo todo, la legislación se establece
con extraordinaria y no siempre lógica ni adecuada exigencia. Hasta el punto es
así que su cumplimiento escrupuloso, por difícil, llega a ser excepcional en la
generalidad de los casos. No obstante, esa exigencia nunca exime de generar un
régimen represivo particularmente severo. Ejemplos hay muchos. Me decía un juez
de instrucción valenciano –actualmente considerado estrella porque sale en la TV-, que desde que nos
levantamos hasta que nos acostamos cometemos una media de entre quince y veinte
infracciones tanto administrativas como penales. Si bien a continuación me
tranquilizaba diciendo: “en tu caso, como estás todo el día escribiendo en el
ordenador, solamente la mitad” (lo matizaba, probablemente, porque entonces no
había internet, blogs ni redes sociales). Y no parece que todo esto amaine, sino
todo lo contrario. Cada día se regulan ámbitos más inimaginables. Hace algún
tiempo, se generó cierta polémica porque un ayuntamiento catalán había impuesto
una multa a un joven por recoger agua de una fuente pública[3];
o, sin ir más lejos, el 9 de abril de 2015 el periódico Las Provincias daba la
noticia de que el Ayuntamiento de Valencia multaría por tirar toallitas
higiénicas por el inodoro[4]…
En fin, parece claro que cada día más normas van macizando el blindaje
normativo y el castigo por su infracción. Al mismo tiempo, el propio sistema se
regenera y paulatinamente se perfecciona. Una veces mejora comprobando como el
administrado consigue orillar su asfixiante exigencia a través de los cada vez
más escasos recovecos y vericuetos legislativos; y otras veces, la mejora viene
de puro recibir resoluciones judiciales que, aunque puedan dar la razón al
administrado, ponen en evidencia las debilidades normativas, de manera que
vienen a mostrar como reforzarlas. El poder legisla, y se lo guisa cada vez
mejor.
No obstante, por el momento, no hemos de alertarnos
demasiado. Salvo cuando puntualmente interesa recaudar, sea por incapacidad,
negligencia, inoperancia, desinterés o por otras razones equivalentes, no es
general hacer uso del arma de represión que estamos dejando construir. En
realidad, la clave está -por el momento- en no hacer uso general de este control ni, por tanto,
tampoco sancionar sistemáticamente.
Pero, cuando el cumplimiento de la inmensidad
legislativa sea de hecho imposible, y las sanciones no se puedan asumir por el
común de las personas, el arma en construcción estará consumada.
Solo será cuestión de tiempo que, en todo este entramado de perversa
racionalidad, quien maneje los hilos del poder -el primer "criptofascista",
de cualquier color, que se ilumine-, pueda hacer cumplir selectivamente el
ordenamiento jurídico frente a la adverso o al diverso; frente al contrincante
político; frente al tertuliano que opina lo que no guste; frente al actor que
manifiesta opiniones divergentes; frente a todo aquel que mantenga una opción
religiosa, sexual, ética, filosófica, política distinta; o, sencillamente, en
un ejercicio de ciego paroxismo, frente a cualquiera y por lo que sea. Con todo, podemos estar relativamente tranquilos porque entonces la
esclavitud será siempre transparente y rabiosamente legal.
[1] De esta noticia se
hicieron eco numerosos medios de comunicación. Entre otros muchos, Levante el
Mercantil Valenciano, el 30 de enero de 2015 (http://www.levante-emv.com/espana/2015/01/30/montoro-monedero-inquieto-le-pasa/1219443.html).
[2] BOIX PALOP, A., “De
McDonald’s a google: La ley ante la tercera revolución productiva”, en Teorder, núm. 1, 2007, p. 129.
[3] Entre otros medios de
comunicación que se hacen eco de la noticia y de la polémica generada “Polémica
en Manresa por la multa a un joven que se abastecía de agua en una fuente pública”,
en La Vanguardia, de 1 de septiembre
de 2015, (http://www.lavanguardia.com/local/
bages/20130123/54362987721/polemica-manresa-multa-joven-agua-fuente.html).
[4] “¿Quién se atreve ahora a
tirar toallitas higiénicas al inodoro en Valencia”, en Las Provincias, 9 de
abril de 2015 (http://www.lasprovincias.es/valencia-ciudad /201504/09 /consistorio-prohibe-tirar-inodoro-20150409000610-v.html).